Muchos se habrán preguntado de donde viene la expresión «pedir la mano» para pedir la unión matrimonial con la pareja, bueno, pues aunque en las relaciones actuales ya no existen los formalismos de generaciones anteriores, todavía se mantiene la tradición (por suerte) de planear algo especial para ese día, donde se propone compartir la vida juntos y construir un futuro.

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Hasta hace un par de décadas pedir la mano o pedir matrimonio implicaba que el pretendiente hacia una solicitud formal de matrimonio tanto a la familia de su novia como a la directamente interesada, esta solicitud en la casa de los padres de la novia y se acompañaba de un regalo valioso o un  anillo de compromiso (que en teoría considerada valer por lo menos tres veces lo que ganaba el novio), y si los padres de la novia o la novia no tienen ninguna objeción se considera desde ese momento prometido en matrimonio.

Hoy en día, como comente al inicio del artículo, no existen tantos formalismos, aunque todavía se ven casos, sin embargo, algunos de formalismos o no, la novia debe decir SI ACEPTO! Y el novio debe crear un momento especial para hacer su propuesta y buscar requerimiento un resultado favorable a su petición.

¿Pero entonces de dónde nace la expresión «pedir la mano»? ¿Qué simboliza la mano en esta tradición?

Bueno pues la expresión salió desde el imperio que dio vida al mundo moderno, desde el mismísimo derecho Romano antiguo, en donde el pretendiente de la susodicha pedía formalmente su «manus» y se celebró dicho acto con una reunión social referente «esponsales», reunión que tomaba lugar mucho antes de la fiesta de la boda.

Para poner un poco la situación en contexto es importante aclarar que en el derecho romano la mujer tenía casi los mismos derechos que el hombre pero sin derecho al voto ni un ocupar cargos públicos, esto, en la ley se soportaba a la mujer como una eterna menor de edad que tiene ejercer sus derechos mediante la acción de un Varón que ejerce sobre ella la patria potestad (desde su nacimiento era su padre o un tutor si este fallecía), pero cuando la mujer se casaba, esta potestad jurídica se transfería a su esposo bajo la figura jurídica del «manus» (mano o puño), que significa la designación del poder jurídico que el macho tenía sobre su esposa.

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No todos los matrimonios reconocieron la transferencia del «manus», si este sucedió se llamaba «cum manu» donde la futura esposa elegía permanecerá bajo la patria potestad del padre.

Esta modalidad fue la más común y la preferida por las romanas, porque les permitía tener bienes propios e independencia frente al marido, y cuando el padre muriera, si hubiera heredado, recibirla en paridad con sus hermanos varones.

En esta situación, tras la muerte del padre, la mujer busca un pariente cercano que ejerció su tutela y estaba al servicio de sus deseos, o si podía, se pagaba un empleado como tutor legal que obedecía sus mandatos y la representación legalmente en contratos, negocios o cualquier operación legal que podría necesitar; y cuando el padre muriera, si hubiera heredado, recibirla en paridad con sus hermanos varones.

Como ven no es un término muy romántico en su origen pero con el tiempo el «pedir la mano» se ha convertido más en un momento especial porque ya no hay transferencia de poder sino crear el espacio perfecto para lograr que la mujer amada decida compartir el resto de su vida con su pareja, así que hombres pongan mucha atención y planeación en este momento pues la creatividad, el buen humor, el romanticismo y los pequeños detalles definitivamente pueden hacer la diferencia.